sábado, 28 de febrero de 2009

David y Claudia

Como en 'David y Claudia' , a mí también me gustaría poder estar en su cabeza, y hacer que no mire a nadie nunca más.

La conocí hace unos meses, en clase de alemán. Un día que llegué tarde, al ir a sentarme en mi sitio, la vi en la silla de detrás mío. Llevaba un suéter verde y el pelo suelto, cosa rara en ella. Unos vivarachos ojos marrones daban luz y vida a su cara, quizás también al resto de la habitación. Sólo alcancé a dejar salir un tímido 'wow!' para mis adentros. Qué queréis, soy simple.

Al inicio de este segundo año, me encontraba un poco perdido en clase. En primero había hecho buenas migas con el grupo de gente con el que me sentaba. Especialmente con Íker y Sonia. Creo que de habernos seguido viendo podríamos haber llegado a ser buenos amigos. Sin embargo, unos lo habían dejado, otros no habían pasado de curso y el resto se había cambiado de turno. Así que las primeras semanas se me hicieron cuesta arriba, básicamente porque me encontraba sólo en medio de un montón de gente que ya hacía tiempo que se conocía. Para alguien con mi grado de timidez, ésa es una situación realmente angustiosa. No, no exagero.

Así estaban las cosas, hasta que un día ella se sentó a mi lado. Creo que nunca sabré el motivo, había muchos otros sitios libres en clase. La cuestión es que, poquito a poquito, comenzamos a hablar, cada vez más. Resultó que no sólo era realmente preciosa, sino que, por encima de todo, era un auténtico encanto. Una delicia para los sentidos el oírla hablar, oírla reír. Imposible no estremecerse al verla sonreír. Yo me sentía increíblemente cómodo a su lado. A pesar de que hacía poco tiempo que nos habíamos visto por primera vez, era cómo si nos conociésemos desde hace muchos años. Todo era espontáneo, natural. Es algo que sólo me ha pasado con un puñado de gente en toda mi vida y, desde luego, al final todos ellos han acabado siendo parte importante de mí.

De esta forma, entre charlas y risas, fue creciendo dentro de mí esa sensación tan extraña, mezcla de ilusión y optimismo exacerbado, que tan pocas veces he sentido en mi vida. Veía que por fin había encontrado lo que durante tantos años busqué. Lo tenía ahí delante, al alcance de mi mano: llevaba el pelo recogido y unos tejanos. El fruto de mis anhelos, siempre antes un ente abstracto, al fin cobraba forma.

Entonces llegó el temblor. Eso pasa cuando no puedes dormir, ni comer, ni pensar. Sólo tiemblas. Piensas en que hoy la vas a ver y tiemblas. De nervios, de emoción, de excitación, quizás también de miedo. Esa sensación va creciendo y notas que poco a poco va ocupando el total de tu vida, sacando de ella otras muchas cosas que, para ser sinceros, nunca debieron de ocupar tanto espacio dentro de ti. Hasta que se convierte en tu único pensamiento, desde que te levantas hasta que te vas a dormir. En este momento te das cuenta de que no puedes seguir así por más tiempo y decides, por una vez en la vida, ser tú el que escriba el guión.

Estar enamorado, creo yo, es lo más parecido a ir drogado que uno puede llegar a estar, sin sustancias químicas de por medio. Uno pierde la noción de las cosas del día a día, las preocupaciones banales que hace no tanto nos reconcomían desaparecen de un plumazo. Lo único que se siente es un estado de euforia permanente, de deliciosa irracionalidad. Es como si de golpe y porrazo fueras inmortal, estás por encima de todo, nada puede dañarte. Flotas en una nube, tu nube, y nada te hará bajar de ella.

Por eso, cuando despiertas del sueño, el batacazo es demoledor. Subiste a lo más alto, poquito a poco y con mucho esfuerzo, para luego caer en picado. Así, en un instante, sin red. De bruces contra el suelo. No hay metadona en el mundo que pueda calmarte, que pueda aplacar todo lo que sientes.

Así afronto los tiempos venideros. Me caí desde muy arriba, llevará tiempo volver a recomponerse. Volver a mi vida vacía de siempre, en la que cada día es como el anterior, en la que si un día decides no levantarte de la cama no pasa nada, nadie te echa de menos y el mundo sigue girando como si nada. Al final, resulta que nadie es imprescindible. Bueno, casi nadie.

De todas formas, yo por mi parte seguiré cerrando los ojos muy fuerte y así, como el mago del que habla la canción, algún día poder hacer que me quiera...
Los Planetas - David y Claudia

lunes, 23 de febrero de 2009

Grande, Antonio

Es lo primero que me viene a la cabeza cuando pienso en el concierto de Antonio. De Antonio Vega, claro. Sábado 21 de febrero, 9:30 de la noche, sala Luz de Gas, Barcelona.
Una sala bonita, de estilo clásico. Quizás un poco pequeña, pero desde luego acogedora. Llena hasta los topes (literalmente). En su interior nos hacinábamos un puñado de sus incondicionales. Los que llegamos pronto, en sillas; los que no tanto, sentados en las escaleras o de pie en los laterales de la sala. O donde fuera. Eso era lo de menos. Lo importante era estar allí. Sí, creo que importante es la palabra correcta.

Pero vayamos por partes. Antes de Antonio, Miguel Ángel. Miguel Ángel Bueno, un cantautor que intenta asomar la cabeza por donde le dejen. Y espero que lo hagan, porque las sensaciones que dejó en las tres canciones que tocó fueron más que buenas. A mí me gustó especialmente la que lleva por título 'El Círculo Polar'. Como anillo al dedo, pero eso es otra historia...

Después de Miguel Ángel, Antonio. El Maestro hizo su aparición en el escenario, ovacionado por sus fieles. Parco en palabras, al principio. Apenas un 'Hola amigos de Barcelona' y algo más que no alcanzo a recordar. Y en seguida cogió su guitarra, ajustó un poco alguna de las cuerdas y empezó. Cuando uno ve entrar a este hombre en la sala, sentarse en el taburete y empezar a ajustar cosas, no puede evitar pensar en cómo se encontrará, física y mentalmente, para afrontar esa noche. Su aspecto físico hace tiempo que dejó de ser el que a todos los que le admiramos nos gustaría. Los motivos son de sobra conocidos. Su fortaleza mental, su capacidad de seguir adelante, siempre parecen ser una incognita en un hombre que arrastra la fama de atormentado. Al fin y al cabo, se trata de ese chico triste y solitario.

Pero todas esas dudas se desvanecieron en cuestión de segundos, lo que tardó en empezar a destilar acordes de la guitarra que acomodaba en su regazo. En ese momento, todos los allí presentes fuimos conscientes de lo que nos esperaba. De la brutalidad que estábamos a punto de presenciar. De la descarga de emociones, talento y belleza que nos aguardaba. Tocó y tocó, y siguió tocando demostrando que está más vivo que nunca. Y que, además, se encuentra en un estado de gracia musical; los dioses que alguna vez le abandonaron vuelven a estar con él otra vez. Vaya que si se notó. Versiones memorables de, entre otras, 'El sitio de mi recreo', 'Tuve que correr', 'A trabajos forzados', 'Hablando de ellos', 'Lucha de gigantes', 'Elixir de juventud', 'Se dejaba llevar', 'Una décima de segundo' y 'Chica de ayer', en el primero de los bises (nos regaló otro más). A mí sólo me faltó 'Esperando nada' y 'Tesoros', dos canciones que me encantan. Pero no me puedo quejar, la verdad...

Y hablando de ellos... como he dicho más arriba, Antonio estuvo un poco parco en palabras al principio. Sólo al principio. A medida que iban pasando los minutos se fue soltando y empezando a hacer bromas con el público. Hasta que en 'Hablando de ellos' vio a un chico sentado en la primera fila del público que estaba coreando la canción y dejó de tocar... Paró, le invitó a subir y le ¡cedió el micro! El chico se defendió la mar de bien, mientras Antonio, detrás de él, le acompañaba con la guitarra. Y todo esto entre risas y un ambiente genial, que se mantuvo durante todo el concierto.

¿Y la gente? Los allí presentes, puedo decir con orgullo, estuvimos a la altura de lo que él nos ofreció. Durante todo el concierto la gente no paró de aplaudir a rabiar, de lanzarle gritos de ánimo y admiración e incluso algún que otro piropo se le escapó a alguna de las presentes. Antonio, tras varios minutos de estar el público de pie aplaudiendo, recogió y agradeció las muestras de cariño de todos los que estábamos allí con dos bises.

Sólo un piano, su guitarra y su voz. Eso fue todo lo que necesitó para emocionarnos y hacernos temblar durante una hora y cuarto que, la verdad, se nos hizo cortísima. Nos dejó con ganas de más. Al menos, yo sí quiero más.

Hasta aquí lo que dio de sí el concierto, que no fue poco. Al mismo tuve la suerte de asistir con un buen amigo, otro Antonio, que se encargó de ejemplificar lo que en el diccionario uno encuentra al buscar el mentado concepto de 'amigo'. Psicoanálisis de estar por casa, discusiones filosóficas y cervezas en un antro mal ventilado como terapia para los problemas del corazón, que no cardíacos. Sé que el dolor sigue ahí, que lo que se dice en esas conversaciones no sirve para ahuyentarlo ni para hacer que disminuya la angustia, el miedo o la frustración que pueda sentir en estos momentos. Pero, de alguna extraña manera, ayuda. Levantarse siempre cuesta menos si alguien te tiende la mano. Gracias por tener la tuya siempre tendida.

Es por todo ello que, al recordar con cariño esa noche y evocar los momentos pasados con ambos Antonios, no puedo más que gritar a quien lo quiera oír: ¡Grande, Antonio!

sábado, 21 de febrero de 2009

Lucha de gigantes

He aquí mi primera entrada en mi primer blog. Los que me conocen saben que no soy muy dado a abrirme a los demás, ni a compartir la mayoría de lo que pasa por mi cabeza o mi corazón. Quizás sea la timidez crónica que asola mi vida desde el momento en que vine a este mundo. Eso no importa. En estos momentos, cuando paso por una etapa difícil, cuando todas las ilusiones que me había hecho en los últimos meses se han venido abajo como un castillo de naipes, ahora es cuando siento la necesidad de dejarlo salir todo. Dejarlo salir para no explotar. Para intentar seguir adelante. Para no caer otra vez en el pozo. Para intentar subirme otra vez a la vida, aunque ésta se empeñe en echarme a patadas una y otra vez.

Dejarlo salir. Todo. Y que sea a través de la música. Hilo conductor y pasión de mi vida, la que me acompañó en los momentos buenos, la que siempre me ha ayudado a levantarme cuando me caía.

Los que hayáis llegado hasta aquí por casualidad, supongo que sería al buscar una canción, la que da nombre a este blog. Lucha de Gigantes, de Antonio Vega. Quizás la canción más hermosa jamás escrita. Del mejor compositor que, quizás, jamás existió.

Antonio Vega, ese hombre introvertido, de aspecto tan frágil, pero que sin embargo tanto guarda en su interior. Son muchas las canciones suyas que me hacen estremecer, por su belleza, por lo que dicen, por como lo dice. Sin embargo, hoy sólo quería compartir con alguien la hermosura de esta canción.

Lucha de gigantes
convierte,
el aire en gas natural
Un duelo salvaje
advierte,
lo cerca que ando de entrar
En un mundo descomunal
siento mi fragilidad.

Vaya pesadilla
corriendo,
con una bestia detrás
Dime que es mentira todo,
un sueño tonto y no más
Me da miedo la enormidad
donde nadie oye mi voz.

Deja de engañar
no quieras ocultar
que has pasado sin tropezar
Monstruo de papel
no sé contra quién voy
o es que acaso hay alguien más aquí?

Creo en los fantasmas terribles
de algún extraño lugar
y en mis tonterías
para hacer tu risa estallar

En un mundo descomunal
siento tu fragilidad.

Deja de engañar
no quieras ocultar
que has pasado sin tropezar
monstruo de papel
no se contra quién voy
o es que acaso hay alguien más aquí?

Deja que pasemos
sin miedo.


Una canción en la que habla de los miedos que, de una u otra clase, a todos acaban condicionándonos, de nuestros 'Monstruos de papel', y de lo grande e inhóspita que puede resultar la vida cuando la tienes que afrontar en solitario. Del miedo que da hacerlo. Y, a la vez, una puerta a la esperanza, al 'Deja que pasemos, sin miedo'. Al menos, así lo veo yo.

Me siento tan identificado con esta canción... los miedos que describe son los que yo siempre he tenido que afrontar y no siempre he podido superar. Las oportunidades perdidas, las ilusiones frustradas. Los momentos especiales. Todo eso vuelve a salir desde mi interior cada vez que la escucho. Por eso me emociona tanto esta canción. Por eso no puedo dejar de escucharla. Porque no es sólo música, son chispazos de vida, instantes en los que volver a sentirse pleno. Porque cuando escucho lo de 'Creo en los fantasmas terribles de algun extrano lugar, y en mis tonterías para hacer tu risa estallar' veo momentos de mi vida en los que miedo y amor me turbaban por igual, en los que estaba en una encrucijada y tuve que elegir. Al final la vida es eso, ¿no? una sucesión de momentos en los que hay que elegir, izquierda o derecha, sí o no. Y esos breves momentos, esas respuestas tan simples, es lo que condiciona todo lo que vendrá después, la vida que te espera. La diferencia entre ser feliz o no.

Esta noche tendré el inmenso honor de asistir a uno de sus conciertos, el primero suyo al que voy. Tengo por seguro que lloraré de emoción cuando toque esta canción. Como si volviera muchos años atrás, a cuando era niño, y las lágrimas se me escapaban porque me había caído al suelo y me había hecho trizas las rodillas. No han cambiado tanto las cosas, ahora también me he hecho daño. Sólo que esta vez con una tirita no bastará.

Dedicado a ese Ángel de Orión, la que hace unos meses me dio la vida y hace unos días me la quitó. Aunque sé que no era su intención, duele...


PD:
Aquí dejo un par de links a versiones de esta canción. El primero es un videomontaje de la versión 'original' grabada en directo en el último concierto de su andadura con Nacha Pop (no pude encontrar el vídeo original, de hecho no sé si existirá). El segundo es una versión en directo de hace unos meses donde, además de demostrar que es un virtuoso de la guitarra, consigue poner la piel de gallina con una voz entrecortada, quizás la mejor que le he escuchado nunca, que le da a la canción, si cabe, una nueva pátina de emotividad. Antonio, Grande.

http://www.metacafe.com/watch/...
http://www.youtube.com/watch?...