Es lo primero que me viene a la cabeza cuando pienso en el concierto de Antonio. De Antonio Vega, claro. Sábado 21 de febrero, 9:30 de la noche, sala Luz de Gas, Barcelona.
Una sala bonita, de estilo clásico. Quizás un poco pequeña, pero desde luego acogedora. Llena hasta los topes (literalmente). En su interior nos hacinábamos un puñado de sus incondicionales. Los que llegamos pronto, en sillas; los que no tanto, sentados en las escaleras o de pie en los laterales de la sala. O donde fuera. Eso era lo de menos. Lo importante era estar allí. Sí, creo que importante es la palabra correcta.
Pero vayamos por partes. Antes de Antonio, Miguel Ángel. Miguel Ángel Bueno, un cantautor que intenta asomar la cabeza por donde le dejen. Y espero que lo hagan, porque las sensaciones que dejó en las tres canciones que tocó fueron más que buenas. A mí me gustó especialmente la que lleva por título 'El Círculo Polar'. Como anillo al dedo, pero eso es otra historia...
Después de Miguel Ángel, Antonio. El Maestro hizo su aparición en el escenario, ovacionado por sus fieles. Parco en palabras, al principio. Apenas un 'Hola amigos de Barcelona' y algo más que no alcanzo a recordar. Y en seguida cogió su guitarra, ajustó un poco alguna de las cuerdas y empezó. Cuando uno ve entrar a este hombre en la sala, sentarse en el taburete y empezar a ajustar cosas, no puede evitar pensar en cómo se encontrará, física y mentalmente, para afrontar esa noche. Su aspecto físico hace tiempo que dejó de ser el que a todos los que le admiramos nos gustaría. Los motivos son de sobra conocidos. Su fortaleza mental, su capacidad de seguir adelante, siempre parecen ser una incognita en un hombre que arrastra la fama de atormentado. Al fin y al cabo, se trata de ese chico triste y solitario.
Pero todas esas dudas se desvanecieron en cuestión de segundos, lo que tardó en empezar a destilar acordes de la guitarra que acomodaba en su regazo. En ese momento, todos los allí presentes fuimos conscientes de lo que nos esperaba. De la brutalidad que estábamos a punto de presenciar. De la descarga de emociones, talento y belleza que nos aguardaba. Tocó y tocó, y siguió tocando demostrando que está más vivo que nunca. Y que, además, se encuentra en un estado de gracia musical; los dioses que alguna vez le abandonaron vuelven a estar con él otra vez. Vaya que si se notó. Versiones memorables de, entre otras, 'El sitio de mi recreo', 'Tuve que correr', 'A trabajos forzados', 'Hablando de ellos', 'Lucha de gigantes', 'Elixir de juventud', 'Se dejaba llevar', 'Una décima de segundo' y 'Chica de ayer', en el primero de los bises (nos regaló otro más). A mí sólo me faltó 'Esperando nada' y 'Tesoros', dos canciones que me encantan. Pero no me puedo quejar, la verdad...
Y hablando de ellos... como he dicho más arriba, Antonio estuvo un poco parco en palabras al principio. Sólo al principio. A medida que iban pasando los minutos se fue soltando y empezando a hacer bromas con el público. Hasta que en 'Hablando de ellos' vio a un chico sentado en la primera fila del público que estaba coreando la canción y dejó de tocar... Paró, le invitó a subir y le ¡cedió el micro! El chico se defendió la mar de bien, mientras Antonio, detrás de él, le acompañaba con la guitarra. Y todo esto entre risas y un ambiente genial, que se mantuvo durante todo el concierto.
¿Y la gente? Los allí presentes, puedo decir con orgullo, estuvimos a la altura de lo que él nos ofreció. Durante todo el concierto la gente no paró de aplaudir a rabiar, de lanzarle gritos de ánimo y admiración e incluso algún que otro piropo se le escapó a alguna de las presentes. Antonio, tras varios minutos de estar el público de pie aplaudiendo, recogió y agradeció las muestras de cariño de todos los que estábamos allí con dos bises.
Sólo un piano, su guitarra y su voz. Eso fue todo lo que necesitó para emocionarnos y hacernos temblar durante una hora y cuarto que, la verdad, se nos hizo cortísima. Nos dejó con ganas de más. Al menos, yo sí quiero más.
Hasta aquí lo que dio de sí el concierto, que no fue poco. Al mismo tuve la suerte de asistir con un buen amigo, otro Antonio, que se encargó de ejemplificar lo que en el diccionario uno encuentra al buscar el mentado concepto de 'amigo'. Psicoanálisis de estar por casa, discusiones filosóficas y cervezas en un antro mal ventilado como terapia para los problemas del corazón, que no cardíacos. Sé que el dolor sigue ahí, que lo que se dice en esas conversaciones no sirve para ahuyentarlo ni para hacer que disminuya la angustia, el miedo o la frustración que pueda sentir en estos momentos. Pero, de alguna extraña manera, ayuda. Levantarse siempre cuesta menos si alguien te tiende la mano. Gracias por tener la tuya siempre tendida.
Es por todo ello que, al recordar con cariño esa noche y evocar los momentos pasados con ambos Antonios, no puedo más que gritar a quien lo quiera oír: ¡Grande, Antonio!
lunes, 23 de febrero de 2009
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Gran Miguel,
ResponderEliminarTe felicito por tu decisión de iniciar este blog. Te aseguro que es un autèntico lujo ser el primero en comentarlo, y un honor haberte acompañado al concierto de Antonio Vega y haber tratado como pude de ayudarte.
Ahi una frase que dice: "“La prosperidad hace amistades y la adversidad las prueba”. Siempre he dicho que los amigos se disfrutan en los momentos buenos, pero sobretodo tienen que estar en los malos. Y eso es lo que hice. Yo sigo aquí para lo que necesites.
Te felicito, además, porque escribes escandalosamente bien, y porque me parece de una valentía enorme lo que expresas, aparte de sentirme muy identificado con lo que cuenta, ya lo sabes...
Ni que decir tiene que te añado a mis recomendados. Mereces que mucha más gente te lea, te aprecie y te quiera.
¡Bienvenido a la Blogosfera!
Gracias, de nuevo, y cuantas veces haga falta. Curiosamente, creé el blog hace casi año y medio, pero nunca hasta ahora había tenido nada que decir.
ResponderEliminarMás que valentía es necesidad, me está comiendo por dentro y no consigo que salga. Quizás gritándolo a los cuatro vientos...