domingo, 8 de marzo de 2009

Dulces sueños

Últimamente lo único de provecho que hago es dormir. La mayoría de mi tiempo libre lo dedico a eso. Es lo único que de verdad me apetece. Llego a casa del trabajo, mato la tarde como buenamente puedo, y a cenar temprano. Y luego, a la cama.

Es curioso el tema del sueño. Yo generalmente dormía poco; era de acostarme de las doce y media en adelante, cada día. Por norma. Teniendo en cuenta que me levanto a las 7 para ir a trabajar, se puede decir que dormía muy poco. Digo que es curioso porque ahora, pese a dormir muchas más horas que antes, tengo, si cabe, aún más sueño durante el día.

Creo que el sueño es uno de esos procesos retroalimentados, que contra más duermes más ganas de seguir durmiendo tienes. Al menos, eso me pasa a mí. Quizás sea porque, mientras duermo, soy capaz de calmar mi angustia, de experimentar cierta paz. Paz que mientras estoy consciente no consigo tener. Seguramente por eso ahora duermo tanto. O quizás sea porque, mientras duermo, sueño.

Algunas veces son sueños agónicos, de esos que hacen que te despiertes en mitad de la noche con el corazón a mil por hora. Otras veces son sueños raros, en los que mezclas realidad y ficción y, cuando te levantas, no tienes claro si ha pasado realmente o no. Y otras, las menos, son sueños agradables. Momentos que tu subconsciente ha decidido regalarte, a modo de homenaje. O quizás como válvula de escape, para evitar que revientes. Al fin y al cabo, el subconsciente también es parte de tu cuerpo, cuyo fin máximo es la supervivencia. Los sueños quizás sean al alma lo que la fiebre al organismo, una forma de purgar, de luchar contra lo que nos enferma.

Esos sueños, los buenos, son en los que vives la vida que siempre deseaste, sueños en los que eres feliz. En mi caso, ese sueño no tiene nada que ver con grandes casas, montañas de dinero ni nada por el estilo. Es mucho más simple que eso. Supongo que es lo que la mayoría de la gente en el fondo anhela. Yo siempre soñé con encontrar a alguien con quien compartir la vida y formar mi propia familia. Tener hijos, verlos crecer y labrarse su propio camino hacia la felicidad y, un día lejano, morir de viejo abrazado a la misma mujer que muchos años atrás decidió dejarme quererla.

Yo siempre me he dejado el alma en todos los proyectos que he emprendido. De más joven, estudiando. Luego, trabajando. Con la gente que quiero, siempre. Sin dudarlo. Las cosas las haría mejor o peor, pero nadie podrá recriminarme nunca que no me esforzara ni me implicara al máximo en lo que hacía en cada momento. Quizás sea por la, ahora lo veo claro, estúpida moralidad que desde pequeño me han inculcado en casa. Las cosas hay que ganárselas a base de esfuerzo, no caen del cielo. De lo que siembres recogerás. Trata a los demás como quieras que te traten. Y un largo etcétera de sandeces similares.

A medida que me hago mayor, me doy cuenta de que esas frases, grabadas a fuego en mi subconsciente, son palabras sin valor en un mundo que va demasiado rápido. Realmente, no hace falta esforzarse tanto para conseguir lo que uno desea en la vida. No es necesario que siembres nada, puedes arrasar con la cosecha del vecino. Trata a los demás como mejor se ajuste a tus necesidades en cada momento; no te preocupes de los daños colaterales. Son sólo eso, colaterales.

Es esta estúpida convicción de que tus buenas acciones serán recompensadas por un ente cósmico, llámalo Dios, providencia, karma o como quieras, lo que creo que me está matando. Lentamente, día a día, pero me está destruyendo por dentro. Toda la vida he intentado hacer las cosas conforme a esta filosofía. Intentar hacer del mundo un sitio mejor. Lo puedes hacer luchando contra la caza de ballenas o el cambio climático, pero también en los pequeños gestos del día a día: siendo amable con la gente que te rodea, comprensivo con los fallos de los demás y tolerante con sus defectos, pues seguro que tú también los tienes. Preocupándote por la gente que quieres y demostrándoles tu cariño cuando sabes que lo necesitan. Y cuando no, también.

Yo he cumplido mi parte, pero nunca he visto el premio prometido. Una posibilidad de ser feliz, sólo una. Que por una puta vez en la vida, la moneda caiga de cara. Prometo no desaprovecharla. Prometo agarrarme como a un clavo ardiendo. Prometo cuidarla como el tesoro que es.

Sin embargo, pasan los años y no llega. Lo que sí que he visto en todos esto años es una gran cantidad de alimañas triunfar, en todos las facetas de la vida, mientras otra mucha buena gente ha quedado por el camino. Sueños e ilusiones caídas en el olvido de mucha gente por la que pondrías la mano en el fuego sin miedo ninguno a quemarte.

Al final te das cuenta de que todo era mentira, que has vivido en un engaño toda tu vida. Te acabas de despertar de un sueño de 29 años. Te despiertas y te das cuenta de que el mundo es hostil, áspero. De que la vida duele. Te sientes perdido, desorientado, te preguntas ¿y ahora qué? Pero no sabes qué responderte.

Por eso creo que duermo tanto últimamente. Porque mientras duermo, me olvido de este mundo en el que no consigo hallar mi sitio. Y encuentro algo de paz. Y, a veces, sueño que las cosas son diferentes.

Hora de irse a dormir. Que tengáis todos dulces sueños.
Los Planetas - Dulces sueños

3 comentarios:

  1. Expresar mi mas sincera felicitación por el redactado tan conciso y penetrante que utilizas y por abrirte al mundo de la blogosfera. Te conozco y sé que ha sido un paso importante para ti y te animo a continuar utilizando este medio para difundir tus emociones y sentimientos más arraigados. A pesar de ello, y como en algun momento te he hecho mención, me gustaría que pudieramos compartir e intercambiar este tipo de experiencias de forma más directa. No voy a revelar mi identidad ni quiero extenderme más, aunque espero que las palabras te permitan hacer una pequeña reflexión sobre la vida y que sepas que eres una persona muy aprecida y querida por aquel entorno que te rodea, y que tarde o temprano la moneda caerá del lado que TU quieras. Te queremos compañero.

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  2. Gracias, Anónimo, seas quién seas. En estos momentos siento una mezcla entre ilusión y enorme vergüenza, ya que eres la primera persona "extraña" (¿o quizás no tanto?) que me deja un comentario, algo que la verdad no esperaba. Inicié este blog a modo de botella en la que lanzar mis mensajes al mar. De hecho, no le hablé a nadie de él, en un principio. Sólo quería un sitio en el que poder gritar de forma anónima. Sin embargo, al final le acabé pasando el link a Antonio como agradecimiento por escucharme y por intentar evitar que me cayera más hondo. Supongo que tú, querido Anónimo, habrás llegado aquí a través de él.

    Hace unos años lo pasé muy mal por encerrarme en mí mismo y no dejar salir nada de lo que me devoraba por dentro. Ahora intento no volver a tropezar en la misma piedra, aunque me está costando.
    La verdad es que escribir me ayuda. Para los que somos tímidos es la menos traumática de las formas de compartir algo con los demás. Lo de hablar las cosas de forma más directa... estaría bien, pero no le pidas peras al olmo.

    La moneda no sé de qué lado caerá al final, lo que sí sé es que cada vez me cuesta más estar al pie del cañón, esperando a que finalmente la moneda deje de girar. Al contrario de lo que hablaba con N. y con el mismo Antonio hace unos días, yo siento que a cada palo que me llevo se me van unas pocas de las fuerzas que me quedaban en reserva. Al menos a mí, los golpes no me están haciendo más fuerte. En fin, dadme algo de tiempo...

    Muchas gracias otra vez por tu comentario y por tus palabras de cariño, de verdad que se agradecen.

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  3. Abrete a tus amigos y apoyate en ellos en lo que necesites. Ellos estaran encantados de acogerte y ayudarte a salir de este oscuro tunel. Eres una persona que vales mucho compañero y todos te queremos

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